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El sector agrario guipuzcoano y las políticas provinciales durante la restauración

Egilea: Pedro Berriochoa Azcárate
Argitaratzailea: Gipuzkoako Foru Aldundia
Orrialde kopurua: 558
ISBN: 978-84-7907-612-2

Ezaugarriak: Ciertamente, los estudios sobre historia agraria son escasos. No es el agro un tema rutilante. Tras épocas en que lo que se estudiaba era la parte política de la Historia, otras ramas se abrieron camino. Pero parece que lo que ha primado son los aspectos modernos: el comercio, la industrialización, el nacionalismo, el socialismo, las ideas, el movimiento obrero, la demografía... El agro y la tierra aparecen como parientes pobres, atávicos, poco dinámicos, refractarios al progreso y aferrados a la congénita rutina de la tradición. Sólo en la etnografía han encontrado su hueco, casi como residuos de un mundo perdido y mitificado.

Sin embargo, y a pesar de que Gipuzkoa fue puntera en muchos de esos elementos modernos no podemos olvidar que nuestro territorio histórico fue baserritarra hasta ayer, que el sector agrario era predominante hasta la segunda década del siglo XX, que fueron los hijos del caserío los que crearon buena parte de los negocios industriales y comerciales y que el tejido urbano se nutría en buena parte de los segundones del caserío antes de la gran industrialización de los 50 y de los 60. A nada que escarbemos en nuestras biografías, hallaremos la huella de la azada y el olor del establo.

Y es que los 15.000 caseríos guipuzcoanos fueron capaces de dar de comer a una provincia, que arrojaba cifras de densidad de población punteras en España. Éramos capaces de exportar vacas, terneros, ganado caballar, lechones, mantequilla... Aunque es verdad que también importáramos trigo o vino. ¿Cómo se puede entender esta capacidad de abastecimiento en un territorio considerado pobre o montañoso? ¿Cómo explicar el cambio de visión de los viajeros medievales y del s. XVI a la de los de s. XVIII ó XIX? ¿Fue rutina, tradición, nostalgia por el pasado los que dieron ese paso adelante? No, fue una epopeya baserritarra basada en un trabajo ingente de generaciones de labradores que supieron trepar con sus cultivos y sus ganados por las laderas hasta los últimos riscos de los montes. Todo se aprovechó y se trabajó. El paisaje agreste y salvaje fue transformado en un paisaje humanizado a costa del sudor y la mansedumbre del casero, pero también de su evolución y de su modernización: el país cerealista de mediados del XIX se convirtió en ganadero vacuno, y el caserío autárquico se abrió al mercado.

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